jueves, 21 de julio de 2011

Sin tregua entre todos los nombres.



Aquel hola, que ya ni en la voz llevaba a mi pequeño alumno. La historia sí. Los carritos que confisqué en un recreo, la sonrisa, las ganas de hablar cosas que los otros adultos no entenderían. Sé quién es, no importa el nombre. Conozco sus miedos de niño, sus travesuras, sus ganas de crecer y tener control sobre su existencia, sobre su tiempo. ¿Cuántos nombres se me habrán perdido para cuando llegue mi jubilación? ¡Jesús! Y en un resquicio de su imparable monólogo digo: "qué bárbaro Jesús, cuéntame más".

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